top of page

All Posts

En tiempos donde todo parece acelerado y despersonalizado, defender el cariño como forma de servicio es un acto casi revolucionario. Es decir: “aquí estoy, presente contigo, dispuesto a compartir desde lo más humano que tengo. No porque me lo pidan. No porque esté en el manual. Sino porque creo en ello. Porque así quiero vivir.”

 

Desde las montañas hasta el mar, el sazón especial es la empatía. El Puntal del Norte cuenta esa historia: donde los sabores tienen raíces hondas y las manos que cocinan conocen los secretos de la tierra, el cariño no es un gesto superficial: es la base de todo. No se trata de una estrategia de hospitalidad ni de una técnica para complacer al cliente. Aquí, el servicio nace de una actitud genuina: tratar a las personas como uno quisiera ser tratado, con atención, con respeto, con cariño.

 

La historia del Puntal es la de generaciones que migraron y mantuvieron el sabor y la familia presentes. “Intento que las personas y compañeros de trabajo entiendan que con cariño llegas a todas partes, se te abren todas las puertas del mundo.”

 

Quien entra por la puerta no es un comensal más: es una persona que llega con su historia, sus alegrías o sus preocupaciones a cuestas. Y quien sirve, lo hace desde el corazón, porque cree que el acto de dar —de ofrecer un plato, una sonrisa, una mirada presente— es también una forma de amar. “Damos un servicio con mucho cariño a todos los amigos que vienen. Como ya habéis notado, todo el mundo nos saludamos, todo el mundo nos conocemos. Somos una gran, gran familia. La familia del Puntal es enorme, es enorme.”

“Es en lo que consiste el Puntal, ¿no? Una gran familia con gran comida ahora y un servicio de mucho, mucho cariño.”



 

Esta filosofía no se aprende en una escuela de hostelería. Se cultiva con el tiempo, con el ejemplo de quienes nos enseñaron a cuidar, a estar para los demás. En el restaurante, eso se traduce en detalles simples pero profundos: recordar el gusto de un cliente habitual, preparar con esmero hasta el platillo más sencillo, tener siempre una palabra amable, un gesto sincero.


“Es indudable que si tú das cariño, vas a recibir mucho cariño a cambio. Si tú tiene mala voluntad no recibes cosas buenas. Aunque a veces damos cariño y no recibimos lo que queremos, a la larga lo recibes con creces y ayuda.”

 

“Es un tema de mi madre, que era así. Lo vas aprendiendo en la vida: que si das amor, recibes muchísimas cosas. Y no es dinero. A veces nos equivocamos y andamos todos detrás del dinero. Pero, ¿qué hacemos solo con eso? Después nos quejamos de la vida. Lo que enriquece a la vida es cariño. Si das amor, si eres una buena persona, al final tienes eso. Tienes relaciones duraderas, relaciones buenas.”

Para mí el mayor valor es el respeto, el criterio, la educación, los principios. Y eso se gana al trabajar haciendolo bien. Pero para mí el cariño es la clave para hacer las cosas bien. A todo lo que hagas: con un amigo, con un hijo, con tu esposa, con tu novia, con la vida, con tu trabajo.”

 

“Cariño desinteresadamente, y no mirando a quién. Yo así soy. Y al final esta gran familia se compone de un gran cariño que al final se interpreta en amor. Y la gente te viene a visitar. Ya se puede olvidar un poco de la comida —aunque se come muy bien—, pero la comida además de tener ingredientes premium sabe excelente por que se hace con cariño… y no es fingido. Porque después, el que finge estas cosas, se le nota”


El cariño como principio de trato no termina en la mesa. Se extiende a la vida misma. Quien trabaja con esta filosofía no se convierte al salir del restaurante: sigue siendo la misma persona atenta y considerada en la calle, en casa, en cada interacción cotidiana. El servicio, entonces, no es un rol que se interpreta, sino una manera de habitar el mundo.





Reflexiones de Julian Guenetxea

bottom of page